No hay voz más alta que
la que escucho cuando nadie habla.
Me trae recuerdos en
formato puñalada, esperanzas de un futuro entre brisas de imposibles y dudas de
un ahora que perdura.
“Torres más altas han
caído”. Eso dicen quienes creen que tan sólo con decirlo harán que caigan. Y
quienes la construyeron, esta gran torre que es nuestra realidad, ladrillo a
ladrillo, mentira a mentira, vigas de hipocresía y cemento que nunca seca. Las
escaleras son de dinero y el último piso es su cielo. Todos esos hablan sin parar.
Faltan oídos y bolsillo para escucharles y entenderles respectivamente. Quienes
están haciendo algo no deberían de ser interrumpidos por quienes nunca lo harán,
ni por quienes lo creen ya todo hecho. Perdonad el inciso, esto de las torres
lo decía porque:
“Torres más altas han
caído”, pero nadie dijo que es más difícil derribar una torre cuanto más
profunda sea, no cuanto más alta.
Y hablando de caídas:
Ningún hombre se cae dos veces en el mismo sitio. Porque el hombre nunca es el
mismo, ni el sitio tampoco. Ninguna caída es agradable, ni ninguna forma de
levantarse desagrada. Es de cautos saber que hay bajo nuestros pies, y de
sabios el mantenerlo ahí: bajo nuestros pies.
Más de las tres de la
mañana,
hoy no hubo fiesta,
sólo palabras.
Papel, boli, teclas y
demás...
compartirlas es lo más
difícil,
releerme es una tortura
y corregirme se parece a
un mar:
Mire por donde mire siempre
hay agua,
pero también sal.
Para mí hacen más ruido
estas teclas,
o mi boli al condenar
palabras entre márgenes de papel
que todos los tiros de
todas las Sirias, Libias, Somalias o Bagdags de este sitio.
Para mí abre más caminos
una lágrima que nadie ve
que un presidente que
grita: parafernalia, ira o medidas.
Porque su lágrima define
quien es,
y sus gritos, el miedo a
lo que podemos llegar a ser.
Para mí, que prefiero
canjear mis insomnios
por relatos o poesías que
merodeen por tus sueños.
Para mí, que cada
comentario es una isla donde apetece naufragar,
que cada desahogo mío es
una intención mal sana de intentarte ahogar.
Para mí, que cada cosa
que sienso es un hilo de libertad,
cada lectura tuya es la
tela que me abriga cuando nadie está,
y que cada cosa que es
para mí,
te la ofrezco también a ti
para así poder tornar más
nuestra esta realidad.
Que aunque seamos pocos,
con que seamos uno,
bastará.
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