domingo, 4 de noviembre de 2012

ALEGATO DE RENDICIÓN



   La diferencia entre tú y yo, es que yo sé que he perdido.

   Será otro, si, será otro quien te cuente los rincones de tu piel. Será otro.
Hablarán de ti otros, de los callejones sin salida que levantabas bajo las sábanas.
Reirás, si, reirás con otros y tu magia la probarán otros.

   Pero no habrá ningún otro que sea capaz de verse frente a una hoja en blanco a admitirte que perdió. No habrá ningún otro que sea capaz de echarte tanto de menos y no muera en el intento. No tendrás el lujo de conocer a nadie que se pase las noches en vela midiéndose las cicatrices que tu pelo le dejó. Créeme, ese seré yo.

   He perdido, pero antes de salir de lo que fue nuestra aventura dejé entrar a la lluvia, para que hubiese alguien esperando cuando decidieras irte sola. Repiqueteo de transparentes contra sombras cargadas de asfalto, así cae la lluvia hoy.
   Me creí capitán de mi único barco y sólo encontré fracaso. He perdido, si, y con mi derrota vendrán mejores. Serán otros los que ganen, serán otros los que celebren mil victorias entre tus mil jadeos y mil amores. Serán otros los que enciendan velas, regalen flores, caricias, piropos, orgasmos y demás obras de arte.

   Pero no habrá ningún otro que te guarde las heridas, las mime y diga que son tan bonitas como son las estrellas. Porque si, son tantas como ellas, pero no son ninguna cuando te tengo cerca. No conocerás a nadie que te dice que te quiere cuando ya no tienes sonrisas que rimen con esas palabras. Créeme, ese seré yo.

   Serán otros los que te cuenten historias, mejores que las que te contaba yo.
   Pero sólo habría sido yo con quien habrías hecho historia. Créeme, ese, habría sido yo.

Y dejo de escribir de ti cuando:
Traspasan unas gotas de agua por el cristal de mi habitación
caladas hasta los huesos de miedo,
me dicen que han visto el mundo entero
y que el mundo está ciego,
que el viento llora notas de final y recuento
y nadie las oye,
que las tormentas traen ráfagas de frío que hablan de amor
pero que ya nadie tirita,
porque ya nadie las siente.
Me dicen que vieron en la sombra de un rayo suicidarse al romanticismo
que decía que ya no rimaba con nada,
que había perdido la piel en los ojos de la última hada.
Me cuentan que la tierra huele a desgracia
y que huele a justicia clamada,
pero ya nadie la huele,
porque la gente sabe que duele.
Que ellas están cayendo sobre nosotros
dejándose la vida para enviarnos su último mensaje,
que se juegan la vida para decirnos:
Rendíos a vosotros mismos,
amad,
No alcéis ni la voz ni las banderas. Alzad vuestros corazones y hacedlo sin fronteras.

Sin más... las gotas se secaron.
Y éstas palabras suyas, y otras tantas que el viento nos ha regalado, creedme, vienen de los latidos de un corazón, para el que ninguno estamos preparados. 

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