sábado, 9 de julio de 2011

NUNCA NADIE SE ATREVIÓ A DESCRIBIRLA

Tenía unas botas con tacones tan largos como parecían ser sus pestañas. Llevaba consigo la ausencia de arrugas en su rostro. Sabía cómo enmarcar su sonrisa en una apariencia que hacía desmayar al tiempo y suspirar al viento. Andaba deslizando su figura con la percusión de sus zapatos como fondo. Las curvas de su silueta hacían soñar al más despierto y despertar al más dormido. Nunca nadie se atrevió a describirla y nunca nadie quiso perderla de vista, de sarcástica virginidad y demasiado lista para ser un objeto sexual, prefería ser un objeto sensual de naturaleza utópica. Muchos la perseguían y varios eran quienes la alcanzaban, pero nunca oí hablar de nadie que a su corazón escuchara… y es que cuando salía cogía las llaves, el móvil, un puñado de latidos y un trocito de infierno; y solía dejar allí todo lo eterno: su corazón, el alma y su único “Te quiero”

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